Una píldora de desahogo de un ciudadano corriente y moliente ante la desidia y el despilfarro institucional

04 abril 2013

Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero

Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero es un libro  de los conocidos economistas Vicenç Navarro y Juan Torres López.

Dejamos aquí unos párrafos escogidos de este libro en el que se describe como se organizan y actúan bancos y entes que expolian países enteros.
Entre otras lindezas de la obra destacamos el buen hacer de Emilio Botín, el dinero que surge de la nada y se paga con altos intereses y los paraísos fiscales.

Libro altamente recomendable para quien quiera saber como se forman ingentes fortunas y movimientos de dinero que están a años luz de la economía productiva.

«Y aquí el golpe de gracia. Después de haber jugado (Goldman Sachs) un papel central en cuatro burbujas catastróficas, después de haber contribuido hacer desaparecer del Nasdaq 5 billones de dólares de riqueza, después de haber colocado millones de préstamos inmobiliarios tóxicos a pensionistas y municipalidades, después de haber contribuido a subir el precio de la gasolina hasta los 147 dólares el barril y provocado el hambre de 100 millones de personas en el mundo, después de haber puesto la mano sobre decenas de miles de millones de dólares de los contribuyentes a través de una serie de reflotamientos gestionados por su antiguo presidente ejecutivo ¿cuánto ha devuelto al pueblo de Estados Unidos en 2008?
Catorce millones de dólares.

Esto es lo que firma ha pagado en 2008, una tasa efectiva de imposición de exactamente uno, lee usted bien, uno por cien. La banca ha pagado 10.000 millones de dólares en primas y bonus el mismo año y ha tenido un beneficio de más de 2.000 millones de dólares. Por tanto ha pagado a su presente ejecutivo, Lloyd Blankein, que ha recibido 42,9 millones de dólares el último año.»
Matt Taibbi, «La grande machine à bulles américaine», Rolling Stone, julio de 2009

Durante los años 1988 y 1989, el Santander manejó cerca de medio billón de pesetas de dinero negro, que provenía de fuentes financieras más o menos inconfesables (…) El banco entregó al Fisco información falsa sobre 9.566 operaciones formalizadas que representaban 145.120 millones de pesetas.
(…) A tal efecto no dudó en declarar como titulares de las cesiones a personas fallecidas, emigrantes no residentes en España, ancianos desvalidos, trabajadores en paro, familiares de empleados del banco, antiguos clientes que ya no mantenían relación alguna con la entidad, etc. Como consecuencia del descubrimiento de esta serie de irregularidades, la acusación solicitó para el presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, un total de 170 años de prisión y una multa de 46.242.223,92 euros (7.694.060.334 pesetas), además de una responsabilidad civil de 84.935.195,86 euros (14.132.027.499 pesetas) que es el perjuicio causado con su actuación a la Hacienda Pública.





Ya hemos visto, efectivamente, que si Pedro deposita sus 100 euros en el banco y este deja solo una terminada reserva en caja, para prestar 20 euros a Rebeca, lo que ocurre entonces es que habrá 120 euros en medios de pago (y en el proceso de expansión mucho más, porque como vimos, eso se va reproduciendo con más personas y préstamos). Luego en este caso Pedro no tiene por qué abstenerse de gastar la totalidad de su dinero.
A medida que la economía va creciendo y aumentan las transacciones se debe crear más dinero, y esa creación de dinero debe realizarse por definición a partir de la nada (y al revés, retirar dinero de la circulación cuando la actividad económica disminuye). Si no fuese así, si no naciese de la nada, la cantidad de dinero no podría aumentar, puesto que un billete o una moneda no pueden reproducirse materialmente a partir de sí mismos.
Pero ¿qué justificación tiene reclamar el interés por proporcionar dinero que hay que crear de la nada para que la economía funcione?
La respuesta es simple: ninguna. Una agencia pública podría crear esos medios de pago sin apenas ningún coste, así que no hay por qué dejar entonces que los cree la banca privada a cambio de un interés siempre costoso, salvo, claro está, que se desee conceder a esta última un privilegio descomunal.

Se trata, pues, de todos aquellos lugares que pueden utilizarse para hacer lo que no se puede hacer en las demás plazas en donde particulares o empresas llevan a cabo su actividad conforme a la ley. Y con esa finalidad, en los paraísos fiscales se ofrecen los servicios necesarios, que son de una extraordinaria variedad. A veces basta con la simple domiciliación formal de la empresa o persona para estas puedan asignar allí los beneficios que obtienen. Lo que explica que en las islas Caimán, por ejemplo, en un solo edificio de cinco plantas estén registradas más de 18.000 sociedades.

A pesar de su enorme importancia en el desenvolvimiento de las finanzas especulativas y, en general, de toda la economía mundial, la idea que se ha trasladado a la población es que los paraísos fiscales son una especie anómala, unos cuantos granos que han salido en la piel de la economía global, que las autoridades van tratando de erradicar para el bien de todos y que ya prácticamente han desaparecido casi por completo.
A eso contribuye en que los casos que más se dan a conocer sean los de pequeños Estados cuyos datos se utilizan precisamente para una imagen bastante anecdótica y falsa de lo que en realidad suponen y de su auténtica naturaleza. Eso ocurre cuando se indica, por ejemplo, que sólo en las islas Caimán se mueven las tres cuartas partes de los fondos especulativos que circulan el mundo, que los depósitos que hay registradosen los bancos ubicados allí son cuatro veces mayores que los existentes en la ciudad de Nueva York o que habitando en ellas 25.000 personas, haya registradas 80.000 sociedades.

La realidad de los paraísos fiscales es otra. No se trata de algunos casos raros o extraordinarios, sino que son los engranajes precisos que necesitan las actividades especulativas que dominan la economía mundial y los mecanismos para que grandes multinacionales pongan en marcha la fijación de precios de transferencia, cuyo funcionamiento ya explicamos anteriormente, y que se encuentran perfectamente organizados y estrechamente vinculados a las grandes potencias económicas.
Si se contemplan en un mapa, los paraísos fiscales quizá puedan dar la idea de estar situados más o menos aleatoriamente en todas las coordenadas, pero lo cierto es que existen grupos de ellos perfectamente distribuidos e interconectados con los grandes centros del negocio y del poder financiero, Europa, la City londinense y Estados Unidos.
En el entorno europeo se encuentran Luxemburgo, Los Países Bajos, incluso Austria y Bélgica, que igualmente ofrecen determinados servicios off shore, es decir, al margen de las leyes de otros países, y por supuesto Suiza, que garantiza el secreto bancario, y junto a ellos, otros microestados (Liechtenstein, Mónaco, Andorra o incluso el Vaticano) en donde se puede realizar casi cualquier tipo de operación económica encaminada, como hemos dicho, a evadir impuestos, a blanquear dinero o a disimular beneficios o deslocalizarlos para obtener ventajas de todo tipo.

En definitiva, los paraísos fiscales no son lunares aparecidos al azar, sino que forman una red  estratégicamente urdida, y tampoco campan a sus anchas en la geografía mundial, sino que están organizados y soportados por Estados, y concretamente, como acabamos de, por los grandes centros de las finanzas mundiales: sus infraestructuras físicas (España, por ejemplo, es la que concede decenas de miles de líneas de teléfono a Gibraltar, cuando en realidad no viven allí más de 30.000 personas), sus conexiones informáticas y su propia existencia depende de ellos.

El lado oscuro de las finanzas y del comercio internacional que se lleva a cabo a través de los paraísos fiscales está protegido e incluso estructurado en función de la conveniencia de esos grandes centros financieros. Así, aunque todos ellos suelen ofrecer amplias gamas de servicios, cada territorio está más o menos especializado en determinadas actividades: las Caimán en la movilización de los fondos especulativos; la evasión fiscal se concentra en Bahamas; las estrategias de titulación, en Delaware, y la acogida de capitales provenientes de las actividades criminales (sin que ningún otro le haga asco a esto), en lugares como Jamaica, Panamá, Jersey…

Y además, todos los paraísos conforman una red tan estructurada y organizada que permite «trocear» las actividades de blanqueo y evasión, colocando diferentes partes de cada una de ellas en distintos lugares para dejar el menor rastro posible o dificultar el seguimiento de los capitales y la detección de los responsables últimos de las operaciones que se llevan a cabo.

Las pérdidas fiscales y los daños económicos y sociales que lleva consigo la existencia, más que consentida organizada y tutelada desde Europa, Londres Estados Unidos, de los paraísos fiscales son extraordinarias. Allí está oculta la cuarta parte de la riqueza mundial, con un valor equivalente e incluso mayor al PIB de Estados Unidos. Las pérdidas fiscales que origina la ocultación de este flujo tan inmenso de dinero se puede cifrar en unos 250.000 millones de dólares anuales. Aunque la evasión fiscal que supone la existencia de una economía paralela como la que funciona en torno a los paraísos fiscales es mucho mayor. Tax Justice Network la cifra, siguiendo los datos del Banco Mundial, en unos 3,1 billones de dólares Y a esas perdidas había que añadir las que originan los flujos ilícitos de capitales, sobre todo entre los países más pobres y los ricos, así como las que llevan consigo las actividades criminales (no solo cuantificables en dinero) que se generan gracias a la existencia protegida de los paraísos fiscales, tal y como veremos enseguida en el siguiente capítulo.

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