Una píldora de desahogo de un ciudadano corriente y moliente ante la desidia y el despilfarro institucional

18 septiembre 2010

El desastre de Autonomía con la ampliación del tranvía

Ayer fuimos testigos, en directo, de una más de las acciones del incansable Gabinete Azkuna por hacer de Bilbao una ciudad habitable y sostenible. Amable, dicen, con el ciudadano.

Nunca he entendido eso de una ciudad amable. Bilbao es una ciudad en forma de cráter, rodeada de montes. Encajonada por la ría a lo largo de milenios y milenios de historia orográfica. A mi Bilbao ni me insulta, ni me da los buenos días, ni me dice cómo estás.

Lo que si que me transmite es que cada vez está más horadada de aparcamientos subterráneos, adornada (con perdón) de un sinfín de badenes y bolardos, bien impermeabilizada por aceras cada vez más anchas, con parques cada vez más reducidos (Dona Casilda y Echebarría son un ejemplo de esto último). Se construyen torres emblemáticas mientras la vivienda es cada vez más inaccesible para todo ciudadano o ciudadana, a no ser que tenga una buena nómina. También sus accesos (en número y configuración) se modifican sin obedecer a un patrón razonable.

¿Cómo puede ser que se quiera derribar el viaducto de Sabino Arana y cuando se termine la obra pasen por alli diariamente 40.000 vehículos menos de los 80.000 actuales? ¿Los otros 40.000 simplemente se evaporan?
Siguiendo con esta política eficaz y rentabilísima ahora hay que ampliar el recorrido por Autonomía del tranvía. Calle por la que discurren varias líneas de Bilbobus y Bizkaibus. Circulan por sus aledaños trenes de cercanías (FEVE y Renfe).
Hasta el metro discurre no muy lejos de Autonomía. En Doctor Areilza y la plaza Indauchu hay accesos.

En Zabálburu se desintegró la emblemática e histórica fuente ¿para qué? Se preguntarán ustedes, sagaces lectores y lectoras de esta humilde bitácora. ¿Lo adivinan? ¿Ya? Lo confieso. Era una adivinanza contraria a la inteligencia. No hay respuesta más sencilla:
Aparcamiento subterráneo para esos coches tan contaminantes y causa de sufrimiento para todos. Promesa incumplida de compensar a los comercios que sufrieron las obras mientras duraron.Y resultado de esta siembra, el fruto ya maduro se dió en forma de isletas y pseudoparque urbanizado sustituyendo la rotonda y fuente anteriores. Y de regalito unas farolas artísticas cuyas luces cambian de color conforme, cambia a su vez, la meteorología circundante. Eso si. Las farolitas de marras cuestan la friolera de 600.000 euros. 8 farolas. Ahorrénse los cálculos. Un dineral el caprichito urbano.

Y todo para que circule por alli el tranvía. Lo que nos retrotrae al motivo de esta entrada. Por Autonomía circulan 30.000 vehículos al día. Pues bien. Para quien viva alli que no se le ocurra hacer una mudanza que requiera transporte rodado. En una calle que dispone de 2 carriles por sentido, circulará por su centro un elegante, distinguido y cosmopolita tranvía. Quedará disponible, entonces, un carril por sentido. Ayer tras retratar fotográficamente tal asunto (segundos después de las 15:26) los semáforos de la propia calle Autonomía, María Díaz de Haro y la avenida del Ferrocarril siguieron con su frecuencia correspondiente, regulando el tráfico. Al menos mudos, lo intentaron. El problema era que los que alli estábamos presentes no padecíamos cofosis.
Simplemente diré que eso parecería desde el aire el cuarto de juguetes de un niño maleducado. Tal era el caos circulatorio que se formó en un minuto.
Mis felicitaciones a nuestro Ilustrísimo. Bueno. En honor a la verdad he de decir que nunca he votado a quien presume de liberal y conciliador y resulta ser un capitalistazo de libro.

Pues nada. Sigan vuesas mercedes con sus asuntos y acudan presto a comprar con urgencia a las 2 de la madrugada un palillo de dientes a esa tienda que se inaugurará a toda prisa, a costa de lo que sea, estas navidades. Y, por favor, no confundamos necesidad con comodidad.
La necesidad son la policía, los bomberos, las ambulancia y las farmacias. Y no un simple mondadientes.

Todo este circo cuesta dinero. De todos. Dinero que cuestan estos despropósitos y que bien podrían emplearse en Osakidetza, vivienda social justa, semilleros de empresas o cualquier iniciativa que promueva el progreso meditado y no a golpe de pelotazo que cual curiosa y pizpireta lotería siempre acaba beneficiendo a los mismos. Sí. A esos. A los que ya tienen para mariscadas 3 veces por semana.

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