14 septiembre 2009

Zapatero y los impuestos

Parece que el Sr. Escudier no va a escribir más en Público (su último artículo en Merienda de Medios es del 1 de agosto de 2009). Seguiremos, de momento, con el enlace activo a la derecha de esta humilde bitácora.
En todo caso sigue su columna Sin enmienda en El Confidencial. Por supuesto su sarcasmo, ironía, inteligencia y acidez siguen intactos.
Para muestra, un botón. O mejor dicho un artículo.

12-9-2009
El Confidencial
La imprescindible subida de impuestos (y 2)
Juan Carlos Escudier
Decíamos ayer, o sea la semana pasada, que las decisiones fiscales tomadas por Zapatero en sus más de cinco años en el poder habían resultado entre erradas y extemporáneas, tirando a irracionales. Sujeta al capricho presidencial, la política tributaria ha carecido en este tiempo de cualquier criterio. Igual se bajaba el IRPF para demostrar que no sólo el PP sabía hacerlo y porque, al parecer, era de izquierdas, que se suprimía otro, el del Patrimonio, para que Tomás Gómez, la apuesta socialista por Madrid, sacara pecho ante Esperanza Aguirre. Se hicieron capas con sayos. La deducción de los 400 euros podía ser un día una merecida pedrea electoral para el esforzado contribuyente y, al siguiente, convertirse en la medida estrella en el combate contra la crisis, llamada entonces desaceleración. Ya con la hucha vacía y en pleno desvarío, se argumentó que subir los impuestos indirectos –los que pagan por igual el rico que el menesteroso- también era progresista, porque al tratarse del tabaco y de la gasolina, elevando su precio se velaba por la salud y por el medio ambiente. Aquí, como se ve, ha valido todo.

Como consecuencia de algunos de estos desatinos, de acuerdo con la Memoria de la Agencia Tributaria, el Estado dejó de ingresar 19.540 millones de euros en 2008, de los que 4.100 millones correspondieron a la deducción de 400 euros, 1.090 millones al cheque-bebé, 2.400 a la reforma del IRPF que redujo del 45 al 43% el tipo máximo de gravamen y 5.520 millones a las rebajas en el Impuesto de Sociedades. A ello, y para este año, habría que añadir los 1.800 millones a los que se renunció al dar la puntilla al extinto impuesto sobre el Patrimonio.

Pues bien, según supimos este miércoles por boca de Zapatero, el Gobierno pretende subir impuestos para obtener recursos adicionales de hasta 15.000 millones de euros con los que afrontar la espectacular caída de la recaudación fiscal y el fortísimo incremento del gasto en protección social, especialmente el vinculado al desempleo. Y además, según precisó, quiere hacerlo incidiendo en las rentas del capital, sin modificar los tramos del IRPF y recortando el impuesto de sociedades a las pequeñas empresas que no destruyan empleo.

Esto, claro, era la primera versión, y el objetivo se antojaba irrealizable, por la sencilla razón de que las matemáticas no engañan. Podían obtenerse 4.000 millones eliminando la deducción de los 400 euros, podían volver a subirse los impuestos especiales para que sigamos estando más sanos y seamos más ecológicos, pero difícilmente el aumento de la tributación de las rentas del capital serviría para alcanzar la meta propuesta, ni siquiera elevando a cotas confiscatorias el tipo actual del 18%. Y eso sin contar con el previsible descenso en la recaudación de esta partida, habida cuenta de que los intereses bancarios han caído, el mercado inmobiliario está en coma y el precio de la vivienda en retroceso, y es más que probable que las empresas burlen la nueva fiscalidad de los dividendos, anticipándolos o posponiéndolos a épocas mejores.

Al día siguiente, con Zapatero en Roma del brazo de Berlusconi, conocimos la siguiente entrega del culebrón tributario. Lo que ya sugería abiertamente el presidente es que la subida afectará al IVA, con lo que se cumplirá su vaticinio de que las clases medias no soportarán la nueva carga impositiva o, al menos, no lo harán solas; también arrimarán el hombro los ciudadanos con menos ingresos, esos a quienes la botella de leche les cuesta igual que a la duquesa de Alba. A falta de nuevas consideraciones, estamos ante una reforma fiscal de la que sólo escaparán las grandes fortunas porque, como dijo la vicepresidenta Salgado, conviene que sus sociedades de inversión, constituidas mayoritariamente en fraude de ley, sigan cotizando al 1% para que no se lleven los dineros a otra parte. Y además continuarán sin el control de Hacienda, después de que un cambio de la ley propiciado por el PSOE encomendara su vigilancia a la CNMV, que, lo que son las cosas, nunca ha encontrado nada irregular en ninguna de ellas.

El IVA es el principal impuesto al consumo, por lo que, a priori, sería desaconsejable elevar sus tipos cuando es, precisamente, la demanda la que se quiere reactivar. Pero tiene a su favor que es, junto con el IRPF, el tributo que con más rapidez se materializa en la cuenta corriente del Estado. En 2008 se recaudaron 48.021 millones de euros por este concepto, 13.000 menos que en el ejercicio anterior, debido tanto al estancamiento de las ventas en el mercado interior como a la caída en picado de las importaciones. La fundación de las Cajas de Ahorro, Funcas, ha cifrada en 2.500 millones de euros el impacto de subir un punto el tipo del IVA.

Por lo tanto, para alcanzar la meta de los 15.000 millones de ingresos adicionales, sería necesario aumentar dos puntos el tipo general del IVA, que pasaría del 16% al 18%. Algo parecido fue lo que hizo Carlos Solchaga en 1992, con la diferencia de que en aquella ocasión sí subió el IRPF en todos sus tramos. La obsesión de Zapatero por no tocar este impuesto es incomprensible. Si los que más tienen han de contribuir más, ¿por qué no imitar a Gordon Brown y establecer un tramo del 50% para aquellos con ingresos superiores a los 150.000 euros anuales? ¿Acaso no sería de izquierdas?

Tras una caótica gestión de la reforma, en la línea con lo que ha sido toda su política fiscal, no es descartable que el Gobierno introduzca modificaciones de última hora para contentar a los grupos minoritarios que han de respaldarla. Tal vez aquí sí consiga el diputado de ICV, Joan Saura, acabar con esa extraña política de izquierdas por la que un futbolista que gana seis millones de euros al año tributa un 25% a Hacienda y un oficinista con 35.000 euros de sueldo lo hace al 37%. De lo que podemos estar seguros es que cualquier resultado que se obtenga será de izquierdas, tal y como hace un par de meses razonaba Joaquín Leguina en su blog: “Podemos concluir –poniendo así fin a toda discusión sobre el deslinde entre izquierda y derecha- que es de izquierdas –y sólo de izquierdas- todo aquello que sale de la preclara mente de Rodríguez Zapatero”.

1 comentario:

  1. Tercera Opinión:

    Pues mire usted. Como me ha encantado la entrada, con su permiso si es que no pone objeción alguna, su bitácora pasa a tener el honor de formar parte de mi, ejem, modesta ristra de enlaces que merecen la pena...

    Gracias por tu comentario. Después de todo, todavía hay gente que se cree que en internet sólo hay tetas y culos...

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