Imagino que cuando los matojos y la broza lleguen al suelo, a lo mejor alguna mente lúcida y proverbial se dignará en adecentar, con una buena poda y recorte la incómoda situación para los viandantes. Pasar por esa acera garantiza que si mides más de 1,40 -e incluso menos atrevería a decir- te despeines la cabeza. Y aqui incluyo que las zarzas con espinas incluidas te rocen en plena cara. En fin.
Propongo a los sagaces lectores y lectoras de esta humilde bitácora que adivinen el lugar donde se da este agreste despliegue de bellísima naturaleza.
P.D.:
Oiga. Me encanta la naturaleza. De hecho cuando voy al monte, ni se nota que he estado. No hay cosa que me de más asquito que ver una latita de refresco (por no decir otras cosas muchísimo más graves y flagrantes) en medio de la hierba.
esta mañana los operarios del ayuntamiento que segaban los matojos me han llenado de ramajes en mi camino al metro... eres el blog de referencia para el departamento de obras...
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